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¿Puede el ejercicio moldear nuestra salud intestinal?——Averigüemos

2024-02-04

En una exploración reciente detallada en EBioMedicine, los científicos se sumergieron en la relación entre la actividad física y la microbiota intestinal. Utilizando acelerómetros para medir los niveles de actividad sedentaria, moderada y vigorosa, el estudio buscó desentrañar los intrincados vínculos entre los hábitos de ejercicio y nuestro mundo microbiano interno.

Antecedentes del estudio

Un creciente conjunto de evidencia subraya el papel fundamental de los niveles óptimos de actividad física para mitigar el riesgo de diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y afecciones de salud mental como la depresión. Por el contrario, los comportamientos sedentarios, caracterizados por períodos prolongados de estar sentado o acostado, han sido identificados como culpables de elevar los riesgos de mortalidad cardiovascular y diabetes tipo 2. En particular, se ha demostrado que realizar ejercicios de alta intensidad contrarresta estos riesgos.  

 

Investigaciones recientes arrojan luz sobre un aspecto fascinante: los impactos positivos del ejercicio en la salud pueden estar mediados por cambios en el microbioma intestinal. Más allá de sus interacciones gastrointestinales con el huésped, se cree que la microbiota intestinal produce neurotransmisores que influyen en el sistema inmunológico, el sistema nervioso central y la homeostasis cerebral a través del eje microbiota-intestino-cerebro. La intrincada danza entre la actividad física y los consiguientes cambios en la circulación, el movimiento de los ácidos biliares, la permeabilidad intestinal y la inmunidad intestinal puede influir significativamente en la composición de la microbiota intestinal.  

 

Numerosos estudios subrayan el papel fundamental del microbioma intestinal en el desarrollo de diversas enfermedades y problemas de salud mental. Las implicaciones son profundas; la microbiota no solo interactúa dentro del ámbito gastrointestinal sino que también genera neurotransmisores que ejercen influencia sobre el sistema inmunológico, el sistema nervioso central y la homeostasis cerebral a través de una red de vías neuronales. 

 

En esencia, la relación simbiótica entre la actividad física y el microbioma intestinal es una interacción dinámica que ofrece información sobre posibles vías para mejorar la salud general. A medida que desentrañamos los misterios de nuestro ecosistema interno, el profundo impacto del ejercicio en la microbiota intestinal emerge como una frontera prometedora en la promoción del bienestar.

Un enfoque único para comprender la conexión entre el intestino y el ejercicio

En esta innovadora investigación, los investigadores aprovecharon datos de un estudio sueco de bioimagen cardiopulmonar para profundizar en la relación entre los niveles de actividad física sedentaria, moderada y vigorosa y su impacto en el microbioma intestinal. A diferencia de estudios anteriores que se basaban en niveles de actividad autoinformados, a menudo propensos a sesgos, este estudio adoptó una metodología más sólida.  

 

Para garantizar la precisión, los participantes en el estudio usaron acelerómetros montados en la cadera, lo que proporciona una medida confiable y precisa de sus niveles de actividad física. Se empleó metagenómica profunda para un análisis taxonómico de alta resolución de las comunidades microbianas intestinales, una desviación de la resolución taxonómica limitada de estudios anteriores.  

 

Los participantes se sometieron a exámenes físicos y clínicos exhaustivos, incluidas tomografías computarizadas (TC) de pulmones, arterias coronarias y abdominales. También se administraron cuestionarios detallados que cubren salud, historial médico, dieta y hábitos de estilo de vida. Se recolectaron muestras fecales, cruciales para el análisis del microbioma intestinal, de todos los participantes durante el período del estudio, excluyendo las actividades acuáticas y el sueño.  

 

Los datos del acelerómetro, convertidos en recuentos por minuto, facilitaron la categorización de los niveles de actividad física (que van desde sedentarios hasta vigorosos) basándose en puntos de corte validados de estudios anteriores. La extracción de ADN de muestras fecales permitió la identificación de especies metagenómicas.  

 

El estudio empleó varias medidas para evaluar la diversidad microbiana, incluido el índice de Simpson inverso, el índice de diversidad de Shannon y la riqueza de especies, determinando colectivamente la diversidad alfa. Para comprender la diferencia en la composición microbiana entre muestras, se calculó la diversidad beta. Este enfoque meticuloso no sólo garantiza la confiabilidad de los datos, sino que también abre nuevas vías para comprender la intrincada interacción entre la actividad física y el microbioma intestinal. El uso de tecnología de vanguardia y exámenes detallados de los participantes distinguen a este estudio, proporcionando una comprensión matizada de la conexión entre nuestros niveles de actividad y el mundo microbiano dentro de nosotros.

Hallazgos clave: ¿Cómo el ejercicio moldea tu intestino?

Al profundizar en los resultados del estudio, surgió un patrón claro: los hábitos sedentarios o la actividad física mínima mostraban una danza contrastante con la abundancia de varias especies de microbios intestinales en comparación con la interacción dinámica observada con niveles de actividad física moderados o vigorosos.  

 

En el ámbito sedentario, la abundancia de Escherichia coli se disparó, mientras que aquellos que practicaban actividad física moderada mostraron una marcada reducción en los niveles de E. coli. En particular, los campeones de la producción de butirato, como el género Roseburia y Faecalibacterium prausnitzii, prosperaron en individuos que practicaban actividad física moderada y vigorosa.  

 

Las diferencias se extendieron a especies específicas, como Prevotella copri, donde los deportistas moderados observaron una mayor abundancia, pero el grupo de ejercicio vigoroso no mostró tal asociación. Además, el potencial funcional del microbioma intestinal varió significativamente entre los diferentes niveles de actividad. Los entusiastas de la actividad moderada exhibieron una mayor síntesis de acetato y butirato, mientras que los deportistas vigorosos se relacionaron con una mayor síntesis de propionato. Por el contrario, los estilos de vida sedentarios se correlacionan con una capacidad disminuida de degradación de carbohidratos por parte de la microbiota intestinal.

Conclusión

En pocas palabras, los resultados pintaron una imagen vívida: los niveles de actividad física están estrechamente entrelazados con la abundancia de distintos microbios intestinales. La diversidad y riqueza de la microbiota intestinal, junto con su potencial funcional, cambiaron elegantemente en respuesta a los distintos niveles de actividad física. Se hizo evidente que los hábitos sedentarios y el aumento de la actividad física tenían un efecto oscilante sobre la abundancia y diversidad del microbioma intestinal, revelando la cautivadora historia microbiana que se esconde debajo de la superficie de nuestras actividades diarias.

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