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En un estudio reciente de Nature Communications, los expertos profundizaron en los riesgos de dificultad respiratoria (DR) en recién nacidos de madres con una infección por coronavirus 2 (SARS-CoV-2), síndrome respiratorio agudo grave.
La infección materna por SARS-CoV-2 durante el embarazo puede provocar complicaciones graves tanto para la madre como para el bebé, como muerte fetal, prematuridad y problemas de salud materna. Aunque la transmisión del virus de madre a hijo es relativamente baja, persisten las preocupaciones sobre los posibles efectos a largo plazo en los recién nacidos.
Curiosamente, se ha observado ER no solo en recién nacidos infectados sino también en aquellos expuestos al SARS-CoV-2 sin estar infectados. Las explicaciones iniciales se centraron en los problemas de salud materna que conducen al parto prematuro, un factor de riesgo conocido de ER. Sin embargo, conocimientos recientes sugieren que la exposición prenatal podría desencadenar inflamación en las vías respiratorias del recién nacido, indicada por proteínas específicas que se encuentran en los bebés afectados.
El impacto de la vacunación contra la enfermedad materna por coronavirus 2019 (COVID-19) en la prevención de la exposición a ER neonatales sigue siendo incierto. Por lo tanto, es esencial realizar más investigaciones para descubrir los mecanismos por los cuales la exposición prenatal al SARS-CoV-2 provoca ER en los recién nacidos y explorar posibles estrategias preventivas. A medida que se estudien más estos hallazgos, será fundamental comprender los intrincados vínculos entre la infección materna, la exposición prenatal y la dificultad respiratoria neonatal. Es necesaria una investigación continua en esta área crítica para aclarar el papel de la vacuna COVID-19 en la prevención de tales complicaciones.
Este estudio, realizado en el Departamento de Obstetricia de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA) entre el 15 de abril de 2020 y el 31 de agosto de 2022, se centró en participantes de 16 años o más. El reclutamiento implicó examinar a todas las mujeres admitidas para el trabajo de parto y el parto en UCLA durante este período para detectar SARS-CoV-2.
Un total de 221 personas embarazadas y 227 fetos expuestos formaron parte del estudio, lo que resultó en 199 nacimientos vivos. El bienestar de estas parejas materno-infantil fue monitoreado hasta que los bebés alcanzaron los seis meses de edad. Se obtuvo el consentimiento informado de los participantes o de quienes tomaban decisiones en casos de incapacidad.
Para medir la DR neonatal, se emplearon criterios como la frecuencia respiratoria y la cianosis, definiéndose el parto prematuro como el parto antes de las 37 semanas. El estudio consideró la gravedad de la COVID-19 materna, el estado de vacunación y la raza y el origen étnico autoinformados.
Los análisis estadísticos profundizaron en la comparación demográfica de bebés con y sin ER, examinando las características maternas e infantiles y las complicaciones del embarazo. Los predictores clave de ER, identificados mediante análisis de regresión logística, incluyeron la vacunación materna y la prematuridad. Un análisis post hoc evaluó el impacto de la vacunación en los resultados perinatales.
Más allá del análisis estadístico, los investigadores realizaron perfiles proteómicos para explorar las asociaciones entre ER y SARS-CoV-2 en un subconjunto de bebés. Esto implicó analizar muestras de sangre de 52 bebés, comparando 45 bebés no infectados (SEU) expuestos al SARS-CoV-2 con siete bebés de control nacidos de madres sanas no expuestas. Los bebés SEU se agruparon según el resultado de RD y la edad gestacional para un análisis más detallado.
Al desentrañar las complejidades de la infección materna por SARS-CoV-2 y su impacto en la salud neonatal, este estudio empleó un enfoque integral, combinando análisis estadístico con perfiles proteómicos para obtener una comprensión más profunda de los factores que influyen en la dificultad respiratoria en los recién nacidos.< p>
Profundizando en los hallazgos del estudio, aproximadamente la mitad de los participantes se identificaron como negros o hispanos, el 24% eran asiáticos, mestizos o pertenecían a otras categorías, y el 25% se identificaron como blancos. En particular, alrededor del 13% de los participantes enfrentaron COVID-19 grave o crítico, con una mayor incidencia entre madres no vacunadas.
El invierno de 2020 marcó el pico de casos de COVID-19 en la cohorte, con picos más pequeños posteriores que se alinearon con la aparición de las variantes Delta y Omicron del SARS-CoV-2. La mayoría de las madres fueron vacunadas antes de la prevalencia de la variante Alfa, lo que generó diferencias notables en el estado de vacunación materna entre las distintas variantes virales. Es importante destacar que ninguno de los recién nacidos dio positivo por SARS-CoV-2 al nacer, pero al 17% se le diagnosticó posteriormente dificultad respiratoria (ER).
Entre los 34 bebés que experimentaron ER, los diagnósticos de alta comunes incluyeron síndrome de dificultad respiratoria (SDR), taquipnea transitoria del recién nacido y otras infecciones en un 47%, 16% y 16%, respectivamente. Aunque muchos bebés fueron considerados prematuros tempranos (nacidos antes de las 34 semanas), la mayoría tuvieron partos prematuros tardíos o a término. El tiempo promedio de resolución del RD fue de alrededor de 24 días, variando según la edad gestacional.
Los exámenes físicos revelaron hallazgos inespecíficos como retracciones subcostales o intercostales, respiración anormal o gruñidos. Los resultados de las radiografías de tórax comúnmente mostraron opacificaciones, como opacidades intersticiales y en vidrio esmerilado, aunque el 8% se describieron como normales.
Los modelos de regresión logística no ajustados resaltaron asociaciones entre las ER neonatales, la gravedad de la enfermedad materna, la prematuridad y la falta de inmunización materna contra el COVID-19. En un análisis de la vía proteómica de 52 bebés nacidos durante el año inicial de la pandemia, aquellos con ER exhibieron niveles elevados de citocinas y proteínas, lo que indica una vía mediada por el inflamasoma NLRP3 regulada positivamente. Esto incluyó niveles más altos de citoquinas específicas como IL-18, CASP1 e IL-1β.
Los bebés prematuros con ER mostraron una regulación positiva significativa en los procesos biológicos relacionados con la inflamación, las respuestas quimiotácticas y la producción de IL-8. El análisis de las redes funcionales sugirió una respuesta predominantemente sesgada hacia Th2, potencialmente inclinada hacia respuestas hiperinmunes debido a asociaciones con una mayor producción de IgE. Estos hallazgos arrojan luz sobre el intrincado panorama inmunológico de los recién nacidos que enfrentan dificultad respiratoria después de la exposición materna al SARS-CoV-2.
En conclusión, este estudio no solo arroja luz sobre las implicaciones clínicas inmediatas, sino que también invita a profundizar en el panorama inmunológico de los recién nacidos de madres expuestas al SARS-CoV-2. A medida que continuamos investigando los intrincados vínculos entre la infección materna, la exposición prenatal y la dificultad respiratoria neonatal, se vuelve innegable la necesidad de realizar investigaciones continuas en esta área crítica. Sólo a través de esfuerzos sostenidos podremos descubrir la historia completa y potencialmente allanar el camino para estrategias preventivas, garantizando un comienzo más saludable para nuestra generación más joven frente a los desafíos virales.